La transformación de la reina Ester de ser una jovencita
callada y pasiva a una valiente heroína.
¿Qué viene a tu mente cuando piensas en una reina?
Quizás poder. Tal vez palabras como decisiva, independiente, firme. Un jefe de estado. Una voz poderosa.
Pero la “Ester” que llegó al palacio real no era nada de todo esto. Esa Ester era una niña que quedó huérfana siendo muy pequeña y que fue criada por su pariente Mordejai, quien la trató como a una hija. Esta Ester es una mujer obediente que hace caso a lo que le dice Mordejai y cumple con sus pedidos, sin alejarse de sus instrucciones ni un milímetro (1). Ester no tenía el mínimo deseo de llegar a ser reina; ella fue llevada al harem del rey en contra de su voluntad para participar en un concurso de belleza. Incluso después de que Ester fuera elegida entre otras jóvenes para ser la reina de Persia, el Libro de Ester nos dice que ella seguía cumpliendo con las instrucciones de Mordejai (2).
Al comienzo del Libro de Ester, oímos la voz del rey. Oímos la voz de Mordejai. Pero todavía no se escucha la voz de Ester. Todavía nos falta oír la voz de una reina.
El cambio ocurre en medio de la saga de Purim.
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Purim y el misterio del nombre no-judío de Ester
El nombre Ester proviene de la palabra aramea sihara, que significa luna. El Talmud dice que las naciones del mundo llamaron Ester a la heroína de Purim porque era tan bella como la luna (Meguilá 13a). Hay muchas formas de describir la belleza, ¿por qué Ester es comparada específicamente con la luna?
Más aún, el rabino Yonatan Eybeshitz pregunta cuál es la importancia de que las naciones no-judías comparen a Ester con la luna. Nosotros aceptamos el nombre a tal punto que también la llamamos Ester y utilizamos ese nombre para la Meguilá, a pesar de que su nombre real era Hadasa. ¿Por qué nos importa tanto lo que piensan las naciones? (Iaarot Dvash 2:17).
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Purim nos enseña a confiar en Dios aun cuando nos vemos
devorados por la oscuridad y la duda.
En la historia de Purim, los eventos parecen estar llegando a su fin cuando Ester se acerca al rey Ajashverosh para rogarle que salve a su pueblo, de pronto, ocurre algo muy extraño. Ester invita al rey y a Hamán a una fiesta, ¡y en la fiesta los invita a otra fiesta! Recién en la segunda fiesta ella acusa a Hamán como el villano que está a punto de destruir a su pueblo, ocasionando de ese modo el famoso “cambio radical” en el transcurso de la historia.
¿Por qué Ester no delató a Hamán en la primera fiesta? ¡Termina de una vez por todas con el asunto! ¿Por qué invitarlos a otra fiesta y prolongar la agonía?
Ester era una mujer inteligente. Debe haber tenido alguna estrategia en mente.
“¿Dónde hay una alusión a Ester en la Torá? Y he aquí que Yo me esconderé, realmente esconderé (haster astir) Mi rostro de ellos en ese día” (Talmud, Julín 139b).
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